jueves, 1 de marzo de 2012

QUE ME DEJEN (a los presos y presas de la carcel de Pamplona)


Quiero que me dejen como estoy, ya se lo he dicho no se cuantas veces, que me dejen en paz.

Ya se que la ley de penitenciarías dice otra cosa, que 20 años y un día no son nada y a mi se me han pasau volando.

A la calle nó Sr. Director que ahí afuera la cosa está jodida y con el tiempo uno se acostumbra. Apiádese de mi que tengo la condena por los suelos, además aquí se está tan calentito, a pensión completa y sin pagar un duro; si voy a echar de menos ésta comida rancia, la habitación de 6 metros cuadrados y al compañero ese que ronca.

Ya sabe usted ahí afuera como está la vivienda, si aquí con 4 botes de pintura y un rodillo dejamos esto reluciente, ni cárcel nueva ni gasto inútil, si además aquí vivimos a dos pasos del centro.

Quiero que me dejen en la cárcel, que eso de cumplir la condena es una cosa abstracta y lo de la libertad, es un invento del gobierno para tenernos embobados.

Y menos ahora que el funcionario ese jovencito me ha tirado los tejos y la cosa promete.

Si aquí dentro tengo todo lo que quiero, sobre todo la sombra y el patio tan bonito y sus garitas, las ventanas enrejadas para que no nos roben, las manualidades, las chapuzas, “el costo”, “la farropa” y el bis a bis con nuestros pensamientos.

Ya se que el de la 113 me la tiene jurada pero sé que en el fondo es un bendito, además le hice un favor cargándome a su perro, no hacía mas que meter las narices en todo y joderme el caballo.

Se imagina Sr. Director lo que me espera ahí afuera: el ruido, el estrés, las malas compañías, volver a las andadas, el consumo, el vicio, la perdición, el infierno, la condenación eterna. Aquí ya sabe que Dios bien que nos acogerá en su gloria.

Con lo tranquilito que se está aquí vagabundeando, ¡Qué trabaje su padre o la guardia civil!, con el cariño que le estoy cogiendo a esto, a los funcionarios tan dispuestos, a los colegas que vinieron aquí porque no tenían otra cosa mejor que hacer.

Escuche Sr. Director y por las sagradas piedras de ésta institución ¡no me suelte, que luego me acostumbro! quiero que me dejen, que me dejen respirar –con el moreno, con el marrón o con la rubia- pero que me dejen aquí en la cárcel, en la cárcel de Pamplona.





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